Buscadores de la «verdad» abril 17, 2009
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Un mundo de hembras sin sexo en la Amazonía abril 17, 2009
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Las hembras se reproducen mediante un proceso natural de clonación
Ejemplar hembra de una hormiga Mycocepurus smithii, asexuado. | California Academy of Science
El Mundo Digital
No todas las hembras necesitan machos. Al menos así ocurre con unas hormigas amazónicas, las Mycocepurus smithii, que son capaces de reproducirse por clonación. La especie, según ha descubierto recientemente un equipo de investigadores de varios países, es un extraño caso de organismo multicelular cuyas hembras no precisan del sexo para tener crías.
Para realizar este trabajo, los biólogos recogieron las hormigas entre 2001 y 2003 en 270 nidos, en diferentes países entre México y Argentina. Casi la mitad procedían de Brasil, de la región amazónica.
Tras realizar diferentes pruebas, los científicos comprobaron que las hormigas reinas son las únicas que se reproducen y que las obreras son todas estériles, según publican en la revista científica ‘Proceedings of Royal Society B’.
Curiosamente, estas colonias de clones dependen para su alimentación de un hongo que también es asexual, que está en el origen del interés en el estudio de estas peculiares hormigas.
Entre las pruebas que realizaron, la líder de equipo, Anna G. Himler, de la Universidad de Texas (EE.UU.), destaca los tests de ADN que, a modo de ‘huellas dactilares’, hicieron de 12 colonias diferentes de ‘M. smithii’. El resultado fue idéntico: todas las hormigas de una misma colonia eran idénticas genéticamente a su reina.
También disecaron algunos de los insectos, lo que les sirvió para comprobar que los órganos sexuales necesarios para el acomplamiento en las hormigas los tenían totalmente atrofiados.
Los investigadores incluso probaron si el suministro de antibióticos cambiaba en algo la falta de machos, como ocurre en algunos artrópodos asexuales. Pero no fue así y las reinas estudiadas en este experimento tuvieron 7.488 hermanas reinas, pero ningún macho durante 16 meses de tratamiento intensivo.
María Dolores Martínez, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid y experta en estos insectos, reconoce que esta especie es «una singularidad» en la naturaleza. «Hay otras especies en las que se da la partenogénesis, pero siempre hay machos. En este caso, es muy curioso que estas hormigas hayan optado por este sistema, aunque, por otra parte, de este modo evitan los conflictos que tienen las obreras frente a las reinas por el sistema de reproducción habitual».
«Continuamente hablamos de la importancia de la reproducción sexual aunque el sexo conlleve unos costes importantes, ya que después de llegar a adulto e intentar reproducirse, solo se pasan la mitad de nuestros genes, pero la posibilidad de recombinación a nivel genético nos hace más adaptables a ambientes impredecibles frente a la reproducción asexual, en la que tiene el inconveniente de que pueden aflorar genes deletéreos», afirma la investigadora española.
Es por ello que casi todos los seres vivos han optado por una reproducción sexual que permite esa recombinación genética, tan útil para la adaptación de la especie frente a parásitos y enfermedades, algo imposible cuando sólo se tienen clones.
En este caso, algunos expertos apuntan que quizás las M. smithii han logrado estar bien adaptadas, como demuestra su amplia dispersión geográfica, porque es la reina quien controla la casta de toda la colonia.
Cultivadoras de éxito
En un principio, lo que llamó la atención a Himler fue la capacidad de ‘cultivar’ cosechas de hongos de esta especie de hormiga. De hecho, asegura que esta especie lleva trabajando en auténticos jardines de hongos desde hace unos 80 millones de años. «Recogen el material vegetal, sus heces e incluso insectos muertos del bosque y lo echan sobre su terreno para abonar sus cosechas», asegura la bióloga norteamericana.
No son las únicas hormigas capaces de esta proeza agrícola, pero Himler si comprobó que su eficacia como ‘agricultoras’ era mucho mayor que en otras parientes porque ellas obtenían más cosechas.
Dado que su recolección es también de hongos también asexuales, los biólogos han planteado la hipótesis de que el hecho de ser sólo hembras les da la ventaja de no estar sometidas a los apremios del sexo, es decir, que pierden menos tiempo en su labor recolectora.
Un auténtico trabajo de hormiguitas…
Descubren bacterias que viven sin luz ni oxígeno bajo el hielo de la Antártida abril 17, 2009
Posted by Manuel in biologia, ciencia, divulgación científica, evolucion, geología, microbiologia.Tags: Antártida, bacterias, oxígeno
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Un investigador posa sobre la superficie helada de ‘Las cataratas de sangre’. (Foto: ‘Science’)
El Mundo Digital
Un insólito ecosistema donde viven bacterias pese a no haber oxígeno, en completa oscuridad, a 10ºC bajo cero y en un agua con cuatro veces mayor salinidad que la del mar, ha sido descubierto en un lago subterráneo bajo un glaciar, en la Antártida. Este prístino hábitat funciona como un perfecto mecanismo biológico desde hace nada menos que entre 1,5 y cuatro millones de años.
Investigadores de las universidades de Harvard y Cambridge publican hoy en Science su hallazgo. El lugar, denominado Cataratas de sangre por el agua de alta coloración roja procedente de la oxidación que fluye por debajo del glaciar, ya había llamado la atención de los primeros exploradores antárticos en 1911, el año que se descubrió el Polo Sur. Ellos lo atribuyeron a unas algas rojas que suponían debían vivir bajo el hielo.
Pero una casualidad ha permitido descubrir el porqué de ese llamativo color rojo sobre el manto blanco del hielo. Mientras una investigadora permanecía junto al lugar justo el día oportuno, hubo un flujo de la salmuera subglacial recién filtrada que permitió tomar las primeras muestras y realizar los análisis que habían estado intentando durante años.
El primer resultado del laboratorio hizo exclamar a los científicos el célebre ¡eureka! que acompaña los descubrimientos: el agua no contenía oxígeno. Además, era rica en sulfuro, propio de los ambientes marinos y con una concentración salina cuatro veces mayor que la de los océanos.
Eso dio pistas sobre su origen oceánico y la edad: entre 1,4 y cuatro millones de años, cuando gran parte de la Tierra estaba cubierta de hielo y el agua marina quedó atrapada bajo los glaciares en un lago de unos cuatro kilómetros de largo por 400 metros de ancho, que no está congelado debido a su elevada salinidad.
Ecosistema asombroso
Pero lo realmente sorprendente es que los microbios que vivían entonces han seguido reproduciéndose y es el hogar de esos seres que han vivido ahí durante millones de años, aportando un ejemplo asombroso de cómo un sistema microbiano puede sobrevivir durante un periodo prolongado sin fotosíntesis o nutrientes de una fuente externa.
Jill A. Micucki y su equipo de investigación afirman que el lago de origen marino situado en el Valle Seco de McMurdo, al este de la Antártida, bajo un glaciar de 1,5 kilómetros de espesor es anóxica, extremadamente salina, y repleta de hierro.
También contiene sulfato, una fuente de energía común para microbios, pero curiosamente poco del sulfuro que generalmente se esperaría si los microbios estuvieran metabolizando el sulfato mediante su reducción a sulfuro.
Basándose en los isótopos de oxígeno en el sulfato y la evidencia de una enzima llamada adenosina 5 fosfosulfatoreductasa, los autores concluyen que los microbios están de hecho reduciendo el sulfato pero que lo están haciendo a través de un metabolismo hierro-sulfuro interconectado, el cual utiliza hierro de la base de sustrato rocoso del lago.
Los descubridores del nuevo hábitat proponen que los sistemas microbianos similares a este pueden haber existido durante los episodios de la llamada Tierra bola de nieve, cuando el planeta podría haber estado cubierto casi por completo de hielo.
Yendo mucho más allá, este ecosistema aislado durante millones de años podría explicar la existencia de vida en otros planetas de nuestro sistema solar. Formas primitivas de vida como es el caso, es lo que vienen buscando desde hace décadas los científicos de la NASA en Marte, y en la luna Europa de Júpiter.
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