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La condena de Galileo, el destino que muchos desearon para Darwin (II) noviembre 25, 2008

Posted by Manuel in astronomia, ateismo, ciencia, creacionismo, divulgación científica, escepticismo, evolucion, historia de la ciencia, religión.
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Todas la grandes verdades empiezan como herejías
George Bernard Shaw

En la época de Galileo había tres sistemas astronómicos. Dos de ellos eran de carácter geocentristas, es decir, que situaban a la Tierra en el centro del Universo conocido. El primero es el geocentrismo de Aristóteles y Ptolomeo en el que los planetas y el Sol giran alrededor de la Tierra. El segundo era el geocentrismo del astrónomo protestante danés Tycho Brahe en el cual el Sol gira en torno a la Tierra y los planetas en torno al Sol. El otro sistema era el heliocéntrico de Copérnico en el que los planetas y la Tierra giran alrededor del Sol.

El sistema heliocéntico contradecía, al menos aparentemente, algunos pasajes de la Biblia, aunque parecía no afectar absolutamente nada al núcleo de la fe cristiana. Pero en la época de Galileo muchas personas creían que la Biblia había que interpretarla literalmente, por ello el heliocentrismo no parecía una idea muy acertada desde el punto de vista teológico (¿os suena?).

Textos bíblicos que contradecían el heliocentrismo: Jos 10, 12-13; 2Re 20, 9-11; Is 38, 7-8; Hab 3, 11; Sal 93, 1-2; Sal 104, 5; Ecl 1, 4-5

Lo que de verdad palpitaba en esta polémica, no era la verdad o no del sistema copernicano, sino quién podía decidir acerca de la verdad en lo referente acerca de los asuntos de la naturaleza; los científicos, en base de una rigurosa lectura del libro de la naturaleza, o los teólogos, en base de la interpretación de la Biblia. Como veis esta este es también uno de los temas centrales en la discusión creacionismo/evolución en este blog. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con este argumento por parte de los literalistas bíblicos?. Parece no haber pasado el tiempo. Y es que visto en perspectiva su principal argumento se cae como arrastrado por la ley de la gravedad. Culpan a la ciencia de mostrar verdades parciales, ya que los científicos no se ponen de acuerdo y en ocasiones una teoría puede se invalidada y ser sustituida por otra. Pues bien, eso mismo ocurre con la teología. Esta disciplina está fundamentada en opiniones humanas y en interpretaciones de traducciones de traducciones, con lo que sus verdades también son mutables. Para muestra lo que viene a continuación.

La postura de Galileo era muy clara: la ciencia tenía derecho a decidir en cuestiones físico-naturales y lo mejor era no mezclar en asuntos científicos al texto bíblico. Pero no opinaban así muchos teólogos y Galileo tuvo que entrar en una discusión que nunca deseó. El libro de Copérnico a diferencia de otros libros heliocéntricos no fue incluído en el listado de libros prohibidos. Esto fue gracias a la opinión de los cardenales Bonifacio Caetani y Maffeo Barberini, que en contra de la opinión del papa Pablo V, consiguieron que el libro no fuese considerado herético sino simplemente falso y opuesto a la Biblia. Por ello fue expurgado y corregido en algunos pasajes.

En cuanto al caso Galileo, en el año 1616 un informe emitido por toda una serie de teólogos afirmaba que la inmovilidad del Sol era disparatada y contravenía el sentido literal de la Biblia. Respecto a la movilidad de la Tierra, el informa decía que era simplemente errónea. A Galileo en un primer momento se le conminó a hablar del heliocentrismo como una simple hipótesis puesto que no había pruebas científicas concluyentes (del geocentrismo tampoco, pero decir eso podía costarte muy caro en la época).

El proceso a Galileo se llevó a cabo en 1633 y ha sido ampliamente recogido en diversas biografías del científico italiano. Galileo fue condenado como “vehemente sospechoso” a arresto domiciliario de por vida.

La condena a Galileo, 16 de junio de 1633: El mencionado Galileo Galilei por los motivos antes mencionados, etc. el Sto. Padre ha decretado que ha ser interrogado sobre la acusación, amenazándoles incluso con la tortura; y, si la mantiene, previa una abjuración de la vehemente (sospecha de herejía) ante toda la congregación del Santo Oficio, ha de ser condenado a prisión según el arbitrio de la Sgda. Congregación, mandándosele, además, que en adelante no se ocupe en modo alguno, ni de palabra ni por escrito, de la movilidad de la Tierra ni de la estabilidad del Sol; o de lo contrario reincidiría en la pena. Y se le prohibirá el libro escrito por él, que lleva por título Diálogo de Galileo Galilei Linceo. Además, a fin de que todas estas cosas lleguen a conocimiento de todos, mandó que se envíen copias de la sentencia, que se dará más adelante, a todos los Nuncios Apostólicos y a todos los Inquisidores de la depravación herética, y sobre todo al Inquisidor de Florencia, quien leerá en público dicha sentencia a toda su Congregración, habiendo convocado también al máximo número posible de aquellos que enseñan matemáticas

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Galileo fue obligado a abjurar. Lo tuvo que hacer dos veces, para evitar la tortura. El texto que tuvo que leer decía.

“No sostengo ni he sostenido esta opinión de Copérnico después de que se me indicara que debía abandonarla; por lo demás, estoy aquí en vuestras manos, haced conmigo lo que os plazca”. Y posteriormente: “Estoy aquí para someterme, y no he sostenido esta opinión después de que se pronunciase la decisión, como he dicho antes”

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Un aspecto muy interesante, y que llamó menos la atención al Santo Oficio, fue la teología de Galileo, ésta quedó recogida en su carta a la princesa Cristina de Lorena. En ella Galileo expresaba que no puede haber contradicción entre la verdad de la ciencia y la verdad de la fe ya que Dios es el autor de toda la verdad. Una segunda idea no menos importante afirmaba que Dios tenía un propósito principal revelando la Sagrada Escritura que era la salvación del hombre y no, desde luego, la enseñanza de la naturaleza.

Hay que decir que Galileo contaba con evidencias científicas suficiente para mantener el sistema copernicano al nivel de teoría científica, no de hipótesis. Estas evidencias eran sobre todo las fases de Venus y el sistema planetario formado alrededor de Júpiter. Sin embargo la prueba definitiva no llegó hasta 1838, cuando Bessel logró medir lo que se conoce como paralaje de una estrella. Mucho antes, en 1741, el papa Benedicto XIV había concedido el imprimatur a la obra entera de Galileo. En el año 1992 Juan Pablo II finalizó un trabajo iniciado en concilio Vaticano II (1962-1965) al rehabilitar la figura de Galileo.

La obras de Galileo y de Darwin, quizás hayan sido las que más han revolucionado la posición del hombre en el cosmos, y ese es el principal motivo por el que se encontraron con un enfrentamiento tan enconado. Galileo popularizó la visión de Copérnico del mundo, situando a nuestro planeta como un simple punto en la inmensidad del espacio. No somos el centro del cosmos. Además, cambió radicalmente la forma de acercarse a conocer la naturaleza, variando la idea aristotélica del razonamiento por el de la experimentación. De esta forma Galileo revolucionó las ciencias al defender el método científico como método para entender el Universo. Darwin varió la posición de los humanos en la naturaleza. Somos una especie más entre los millones de especies que han habitado este planeta. Y somos consecuencia de una evolución biológica, a partir de organismos más simples. Como diría el astrónomo francés Camilla Falmmarion Los hombres…han tenido la vanidad de pretender que toda la creación se hizo para su disfrute, cuando en realidad toda la creación ni sospecha de su existencia. Por supuesto, la teoría de la evolución sufre los mismos ataques virulentos que en su época sufrió el heliocentrismo. Y por parte de las mismas personas, los literalistas bíblicos. Pero contamos con evidencias científicas suficientes para mostrar que la evolución es un hecho y desde el punto de visto teológico no es incompatible con la fe. Al igual que le ocurrió a Galileo, algún día Darwin tendrá que ser rehabilitado por aquellos que hoy lo deploran. De hecho tanto las Iglesias católica como anglicana han empezado ya a hacerlo.

Nota bibliográfica: mucha de la información aquí recogida pertenece a la obra “Galileo. La nueva física” escrita por José M. Vaquero. Ediciones Nivola. Es un libro muy interesante que recomiendo desde aquí, donde se recogen, además de la vida y el proceso a Galileo, los principales descubrimiento en el campo de las matemáticas y de la física, que el genio italiano llevó a cabo a lo largo de su vida.

La condena de Galileo, el destino que muchos desearon para Darwin (I) noviembre 24, 2008

Posted by Manuel in astronomia, ciencia, creacionismo, divulgación científica, escepticismo, evolucion, historia de la ciencia, religión.
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galileo

Cuanto más leo acerca de la figura del gran Galileo Galilei más similitudes encuentro entra la disputa geocentrismo/heliocentrismo o creacionismo/evolución, que se puede resumir en la vieja disputa fe/razón. Darwin se libró de la condena de Galileo porque nació en la Inglaterra victoriana que ya no enviaba pensadores ni científicos a la hoguera, aunque más de un fundamentalista religioso hubiese sido feliz si ese final hubiese sido asumido por el naturalista inglés. Los datos acerca de Galileo de este artículo han sido recogido fundamentalmente de la obra “Galileo: la nueva física”, escrita por José M. Vaquero de ediciones Nivola, así como otros datos recogidos de la wikipedia.

Galileo entró en la Universidad de Pisa a finales del verano de 1581 donde empezó a estudiar medicina. Allí aprendió la filosofía natural de Aristóteles, fisiología de Galeno, las ideas de Avicena, latín, griego y hebreo. Sin embargo, descubrió que lo más le gustaban eran las matemáticas, una disciplina considerada como de tercera fila en aquella época. A pesar de ello, y no sin problemas económicos, consiguió poco a poco hacerse un nombre en el área de las matemáticas y llegar a ganarse la vida como profesor.

En septiembre de 1604 le llegó una noticia que significó un hito en su carrera científica; un amigo suyo, el sacerdote Altobelli, le comunicó que había observado una estrella nueva en la constelación de Sagitario. Una nueva estrella en el cielo era un acontecimiento extraordinario. El estudio de la nueva estrella fue el primer trabajo astronómico verdaderamente serio de Galileo. Impartió tres conferencias sobre el tema en 1605 donde propuso nuevas ideas frente a las antiguas ideas aristotélicas, y publicó un folleto que llevó por título Dialógos sobre la nueva estrella.

En el año 1609, con ánimo de incrementar su salario, diseñó un telescopio que ofreció al ducado de Venecia. Este invento tendría una gran utilidad para el dominio naval de la flota veneciana. Pero un día Galileo decidió observar con su nuevo invento la Luna y quedó fascinado; vio montañas, grandes explanadas, valles, cráteres. Galileo realizó numerosos dibujos y tomó notas mucho más precisas de la orografía lunar.

Galileo siguió mirando los cielos con su telescopio. En enero de 1610 observó por vez primera Júpiter y en las semanas siguientes vio que este planeta poseía cuatro satélites. De esta forma, la vieja idea aristotélica de que todos los astros giraban alrededor de la Tierra se venía abajo y la teoría de Copérnico empezaba a hacerse más viable. Galileo fue consciente de la importancia de su descubrimiento, y describió éstos en la obra Sideru Nuncios. El libro fue un éxito, toda la comunidad científica quería mirar a través del telescopio de Galileo.

Posteriormente Galileo observó Saturno, y descubrió una especie de “asas” a los lados del planeta. Como no era capaz de encontrar una explicación a esta observación la describió en un escrito que guardó hasta que fuese capaz de interpretar esa observación. En el año 1611 Galileo decidió marchar a Roma en un viaje oficial, para enseñar sus descubrimientos a la Santa Sede. El entonces Papa, Pablo V lo recibió y le dio su bendición, lo que tranquilizó enormemente a Galileo, ya que tenía fama de tirano y excéntrico. Además, su principal consejero era el cardenal Bellarmino, un gran pensador de la época, pero inquisidor de Giordano Bruno, que murió en la hoguera. Precisamente Bellarmino pidió un informe a los matemáticos jesuitas del Colegio Romano. El informe de éstos venía a indicar que Galileo tenía razón. Aunque había dudas respecto al relieve de la Luna, no las tenían acerca de las lunas de Júpiter o de las fases de Venus, que también había observado.

Pese a los éxitos de Galileo, empezaron a aparecer algunas críticas a su obra. Algunas empezaban a ser peligrosas. Ludovico delle Colombe publicó un librito que ponía de manifiesto los errores teológicos de Galileo. En una gran parte, el libro de Colombe estaba compuesto de textos bíblicos que eran incompatibles con lo que Galileo había observado en el cielo gracias a su telescopio. Colombe pensaba que los cristales del telescopio provocaban ilusiones ópticas. Esto empezó a sembrar las dudas de numerosos miembros de la iglesia.

El 21 de diciembre de 1614, el dominico Tommaso Caccini leyó el texto bíblico que narra el milagro de Josué, en el que el Sol se detuvo en el cielo, y el texto bíblico del Libro de los Hechos de los Apósteles que dice: “Galileos, ¿qué hacéis mirando el cielo?”. Tras estas lecturas, acusó a Galileo de herejía ya que sus enseñanzas estaban en contra de lo que decía la sagrada escritura.

La sociedad florentina se polarizó entre los que apoyaban la nueva ciencia y los que apoyaban la fe tradicional (¿os suena). En general, Galileo era considerado en Florencia como un buen católico, pero a pesar de ello un padre dominico planteó el problema a la Inquisición. Pese a que Galileo se encontraba bastante envejecido, y enfermo, Galileo marchó a Roma en diciembre de 1615 a defender su posición. Un sacerdote carmelita llamado Paolo Antonio Foscarini publicó un libro que intentaba demostrar que la teoría de Copérnico y la nueva ciencia no estaban en contradicción con la Biblia, sin embargo este libro fue declarado herético y prohibido.

Aunque en un principio Galileo fue exculpado, once personas se reunieron para estudiar con más detalle el problema copernicano. Eran experto en teología y ninguno tenía conocimientos avanzados de matemáticas o de astronomía. Sus conclusiones fueron que la idea de que el Sol estaba en el centro del Universo era herética ya que contradecía el sentido de las sagradas escrituras. Y la idea de que la Tierra no fuese el centro del Universo contradecía la fe. Galileo fue advertido de que no debía enseñar, defender ni analizar la tesis copernicana. Si se oponía, sería encarcelado. El 5 de marzo de 1616 se publicó un decreto oficial del Vaticano en el que se declaraban las ideas de Copérnico como contrarias a las escrituras.

A principios de 1629 Galileo terminó su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo su obra cumbre y uno de los libros más importante de la historia de la ciencia. El libro representa el diálogo entre tres interlocutores. El primero, Salviati, expone los razonamientos propios de Galileo; el segundo, Sagredo, es un hombre inteligente que hace preguntas agudas e ingeniosas y, que a menudo se deja convencer por los razonamientos de Salviati; el tercero, Simplicio, un tradicionalista que defiende las ideas aristotélicas. En un principio parecía que el libro no iba a presentar ningún problema ya que presentaba la teoría de Copérnico como una hipótesis matemática. La impresión del libro empezó en Florencia, aunque no disponía del imprimatur de Roma. Ésta envió un censor a Florencia y dictaminó que el libro no podía admitir el sistema copernicano y toda referencia a él debía de hacerse como si fuese una hipótesis. Estas modificaciones fueron introducidas por Galileo en la obra, y ésta fue devuelta a Roma para obtener su permiso. Sin embargo Roma llamó a Galileo a dar cuenta de sus ideas.

En ese momento el papa era Barberini, tras la muerte de sus antecesores Pablo V y Gregorio XV. Barberini se sentía traicionado, ya que se veía reflejado en el personaje Simplicio. Galileo, pese a su avanzada edad fue encarcelado, tras un proceso del que hablaré en la segunda parte de este artículo. Posteriormente se le permitió permutar la pena por un confinamiento en Siena. En esa etapa de confinamiento escribió Discurso sobre dos nuevas ciencias un libro poco polémico que contiene varias de la grandes teorías científicas por las que hoy conocemos a Galileo. Poco después Galileo quedó ciego y su salud fue deteriorándose hasta su muerte el 8 de enero de 1642.