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Completando a Charles Darwin febrero 6, 2009

Posted by Manuel in biologia, ciencia, creacionismo, divulgación científica, escepticismo, evolucion, geología, historia de la ciencia, microbiologia, mutaciones, paleontología.
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La tectónica, la oceanografía o el clima están dando respuesta a los interrogantes pendientes sobre la evolución – Los nuevos hallazgos cierran lagunas en el 200º aniversario del científico

JAVIER SAMPEDRO- El País Digital

Una crítica clásica contra Darwin es que, pese a haber titulado su libro El origen de las especies (1859), justo no aclaró cómo se originaban las especies. La selección natural -el mecanismo evolutivo descubierto por el naturalista- se basa en la acumulación gradual de pequeños cambios, mientras que las especies suelen ser entidades discretas y bien definidas: vemos leones y tigres, no una escala Pantone de leotigres. La investigación reciente, sin embargo, ha aclarado muchos puntos del problema de la especiación, o generación de nuevas especies, y ha confirmado que la especiación tiene una relación directa con la selección natural darwiniana. También han revelado unos principios generales que hubieran resultado sorprendentes para el padre de la biología moderna.

«La competencia por los recursos, las carreras de armamentos entre predadores y presas y otros factores biológicos dan forma a los ecosistemas locales durante periodos cortos», dice el evolucionista Michael Benton, de la Universidad de Bristol. «Pero son factores externos como el clima, la oceanografía y la tectónica continental los que explican las pautas de la evolución a gran escala». Benton es el autor de uno de los cinco artículos con que la revista Science celebra hoy el 200º aniversario del nacimiento de Charles Darwin (12 de febrero de 1809-19 de abril de 1882).

La idea de que la competencia entre seres vivos es el principal motor de la evolución arranca del propio Darwin y suele ser la preferida por los biólogos. Se la conoce como la hipótesis de la reina roja, por el personaje de Lewis Carroll que le dice a Alicia en A través del espejo: «En este país tienes que correr todo lo que puedas para permanecer en el mismo sitio».

El paradigma de la reina roja son las carreras de armamentos entre predador y presa: los conejos corren cada vez más para escapar de los zorros, lo que fuerza a los zorros a correr cada vez más para seguir comiendo lo mismo que antes; las corazas de las presas se hacen cada vez más duras y las pinzas de sus predadores cada vez más fuertes, con lo que todos corren lo más que pueden para que todo permanezca en el mismo sitio.

El problema es que la evolución a gran escala no permanece en el mismo sitio como Alicia. Los modelos del tipo reina roja, según Benton, no explican que los seres vivos se hayan hecho más complejos en la historia del planeta, ni que hayan colonizado nuevos espacios (como la tierra firme), ni que ciertos linajes concretos hayan brotado en explosiones evolutivas de radiación de nuevas especies. «Todas estas cosas han ocurrido muchas veces en los últimos 500 millones de años», afirma el científico británico.

La razón hay que buscarla en la geología, y algunos ejemplos son bien conocidos. Desde que el supercontinente Pangea empezó a quebrarse hace 250 millones de años, el baile de sus fragmentos por la corteza terrestre ha tenido un efecto decisivo. La biología alienígena de Australia -ornitorrincos, canguros, koalas, wombats, emús, cucaburras- y de Suramérica -llamas, anacondas, pirañas, vicuñas, tapires- se debe a que ambos territorios han sido islas durante casi 100 millones de años.

El sentido común no es la mejor guía para averiguar las relaciones de parentesco entre las distintas especies. El damán, un animalillo africano al que cuesta distinguir de una rata, se agrupa con el elefante en una gran rama evolutiva de los mamíferos, la de los afroterios. Las personas, los delfines y las vacas nos apiñamos junto a las ratas propiamente dichas en la segunda rama (los boreoterios), dejando la tercera (los desdentados) para el armadillo y el oso hormiguero.

La razón es que los mamíferos originales se dividieron físicamente en tres grupos hace 100 millones de años, cuando las actuales África, Eurasia y Suramérica se escindieron de un continente único.

En los últimos años, los geólogos también han encontrado fuertes correlaciones entre la diversidad del plancton -los organismos microscópicos que flotan en el mar- y la temperatura del agua en esa época. El enfriamiento oceánico de los últimos 70 millones de años, por ejemplo, se asocia a una gran radiación de especies de foraminíferos, los principales microfósiles marinos. En general, las fases de calentamiento por las que ha pasado el planeta se han caracterizado por una menor riqueza de géneros, y de familias enteras, de seres vivos.

Si la competencia entre seres vivos es la reina roja, la evolución guiada por las condiciones externas se conoce como la hipótesis del «bufón de corte». Los bufones sólo pretendían complacer a los poderosos, y jamás cambiaban sus números a menos que se vieran forzados por una catástrofe (como una guerra o un cambio de régimen). Si la reina roja es la idea preferida por los biólogos, el bufón de corte es la favorita de los geólogos, como parece lógico. Y es el motor del cambio que parece predominar a las escalas evolutivas, de 100.000 años para arriba en el tiempo, y de especie para arriba en la taxonomía, la ciencia que clasifica a los seres vivos en una jerarquía de especies, géneros, familias, órdenes, clases, filos y reinos.

La cuestión de la reina roja tiene mucha relevancia para el problema estrella de la biología evolutiva: la explosión cámbrica, la gran dificultad que atormentó a Darwin hace un siglo y medio. La Tierra tiene 4.500 millones de años, y los primeros microbios aparecieron poco después (hay evidencias fósiles de 3.500 millones de años). Pese a ello, la explosión de la vida animal sólo ocurrió al empezar el periodo Cámbrico, hace 543 millones de años. La evolución tardó poco en inventar a los animales, aunque tardó 3.000 millones de años en ponerse a ello. Ésta es la versión moderna del dilema de Darwin.

«Creo que la explosión cámbrica es un excelente ejemplo de evolución por el modelo del bufón de corte», confirma Benton a EL PAÍS. «Es un caso en que el cambio dramático del entorno físico tiene un profundo efecto en la evolución. Esto no tiene nada que ver con sugerir que la selección natural es errónea, o que Darwin se equivocó. Se trata simplemente de que los cambios dramáticos e inesperados, como el que ocurrió entonces, pueden abrumar a los procesos normales de la selección natural y poner a cero el reloj evolutivo, como solía decir Steve Gould». Stephen Jay Gould fue un destacado (y polémico) evolucionista norteamericano hasta su muerte en 2002.

El periodo anterior al Cámbrico (de 1.000 a 543 millones de años atrás) se llama Neoproterozoico, de mote «precámbrico», e incluye las más brutales glaciaciones conocidas por los geólogos, como la Sturtian y la Marinoan. Algunos científicos creen que fue una era de bola de nieve planetaria (snowball earth), en la que los casquetes polares cubrían incluso el ecuador terrestre.

Antes de esa era del hielo, los niveles de oxígeno en la atmósfera eran muy bajos, inferiores al 1% de la concentración actual, como habían sido en los 3.000 millones de años anteriores. La última de las grandes glaciaciones precámbricas, la Marinoan, terminó hace 635 millones de años, y los últimos datos indican que los primeros animales, las esponjas, ya habían evolucionado para entonces. Y los datos indican que el fondo marino no estuvo bien oxigenado hasta los tiempos de la explosión cámbrica. Si la biología tardó 3.000 millones de años en inventar a los animales, la razón parece ser que la geología no se lo permitió antes.

La mosca Drosophila ha resultado un modelo muy útil para estudiar los fundamentos genéticos de la especiación. Por ejemplo, la especie americana Drosophila pseudoobscura se separó hace 200.000 años en dos subespecies llamadas USA y Bogotá. Como los caballos y los burros, las moscas USA y Bogotá pueden cruzarse, pero sus hijos son estériles. En casos de especies más divergentes, los hijos suelen ser no ya estériles, sino directamente inviables. El punto es que la genética de la mosca permite hallar los genes exactos que son responsables de la esterilidad o de la inviabilidad.

Los resultados apuntan a muy pocos genes, y varios están relacionados con el transporte nuclear, el intercambio de materiales entre el núcleo y el resto de la célula. Dos de los genes de la especiación son Nup96 y Nup160, componentes del poro nuclear que comunica al núcleo con su entorno, y otro es RanGAP, que regula el mismo proceso. No hay ninguna razón a priori para que la especiación esté relacionada con un mecanismo tan concreto como el transporte nuclear, y estos resultados son inesperados en ese sentido.

Pero estos genes también tienen relación con un fenómeno que lleva décadas siendo un sospechoso central para los genetistas interesados en la especiación. Se llama impulso meiótico (meiotic drive), o más en general «conflicto intragenómico». Al igual que la selección natural clásica, se trata de un proceso de competencia, pero no entre individuos dentro de una especie, ni entre especies dentro de un ecosistema, sino entre genes dentro de un genoma, es decir, entre las partes de un mismo individuo.

Esto es posible porque cada individuo produce miles o millones de gametos (óvulos o espermatozoides, según su sexo), cada uno con una combinación distinta de genes. Y hay genes que sesgan a su favor la producción de gametos, de modo que se aseguran su presencia en más de la mitad de los espermatozoides o los óvulos, que es lo que les correspondería por azar. Estos genes son auténticas bombas evolutivas, porque pueden imponerse en una población en pocas generaciones aun cuando no hagan nada beneficioso para el individuo que los alberga. Los demás genes se ven forzados a adaptarse para convivir en el mismo genoma que ellos, y esto conduce a las poblaciones por caminos separados aun cuando sus entornos sean similares. Esto es la evolución por «conflicto intragenómico».

En el ejemplo mencionado antes de las dos subespecies de Drosophila pseudoobscura, USA y Bogotá, el grupo de Allen Orr, de la Universidad de Rochester, acaba de demostrar que un solo gen (llamado overdrive) es responsable a la vez de la esterilidad de los híbridos entre las dos subespecies, y de causar su propia representación en los gametos por encima del 50% que le correspondería por azar. «Nuestros resultados», afirma Orr, «indican que el conflicto intragenómico, una forma de adaptación al ambiente genómico interno, es una fuerza importante en la especiación».

Otro descubrimiento reciente es la importancia crucial de las duplicaciones de genes en la evolución. Las duplicaciones o pérdidas de genes son la principal fuente de variación genética en nuestra especie: cualquier persona se distingue de cualquier otra en un promedio de 70 regiones duplicadas o amputadas en uno de sus cromosomas.

Dos siglos después, la ciencia rellena huecos que a Darwin le hubiera encantado explicar.

Una teoría revolucionaria:

Si los seres vivos tienen una gran capacidad de reproducirse, pero los recursos son limitados, sólo las variantes más aptas de cada generación sobrevivirán lo suficiente como para reproducirse y transmitir sus cualidades a la siguiente.

– La repetición de este proceso ciego una generación tras otra provoca inevitablemente que las especies vayan cambiando y haciéndose más aptas para vivir en su particular entorno.

– La principal predicción de la teoría de la evolución es que todos los seres vivos del planeta provenimos por ramificaciones sucesivas de una sola especie simple y primordial.

– Los humanos compartimos con las ratas, los gusanos, los abetos y las bacterias tal cantidad de fundamentos genéticos y bioquímicos que el origen común de la vida es uno de los hechos científicos mejor establecidos.

– Darwin propuso una teoría gradual: ínfimos cambios acumulados generación tras generación durante millones de años. El registro fósil, sin embargo, presenta transiciones relativamente bruscas (según las escalas de los geólogos).

La condena de Galileo, el destino que muchos desearon para Darwin (II) noviembre 25, 2008

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procesogalileo

Todas la grandes verdades empiezan como herejías
George Bernard Shaw

En la época de Galileo había tres sistemas astronómicos. Dos de ellos eran de carácter geocentristas, es decir, que situaban a la Tierra en el centro del Universo conocido. El primero es el geocentrismo de Aristóteles y Ptolomeo en el que los planetas y el Sol giran alrededor de la Tierra. El segundo era el geocentrismo del astrónomo protestante danés Tycho Brahe en el cual el Sol gira en torno a la Tierra y los planetas en torno al Sol. El otro sistema era el heliocéntrico de Copérnico en el que los planetas y la Tierra giran alrededor del Sol.

El sistema heliocéntico contradecía, al menos aparentemente, algunos pasajes de la Biblia, aunque parecía no afectar absolutamente nada al núcleo de la fe cristiana. Pero en la época de Galileo muchas personas creían que la Biblia había que interpretarla literalmente, por ello el heliocentrismo no parecía una idea muy acertada desde el punto de vista teológico (¿os suena?).

Textos bíblicos que contradecían el heliocentrismo: Jos 10, 12-13; 2Re 20, 9-11; Is 38, 7-8; Hab 3, 11; Sal 93, 1-2; Sal 104, 5; Ecl 1, 4-5

Lo que de verdad palpitaba en esta polémica, no era la verdad o no del sistema copernicano, sino quién podía decidir acerca de la verdad en lo referente acerca de los asuntos de la naturaleza; los científicos, en base de una rigurosa lectura del libro de la naturaleza, o los teólogos, en base de la interpretación de la Biblia. Como veis esta este es también uno de los temas centrales en la discusión creacionismo/evolución en este blog. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con este argumento por parte de los literalistas bíblicos?. Parece no haber pasado el tiempo. Y es que visto en perspectiva su principal argumento se cae como arrastrado por la ley de la gravedad. Culpan a la ciencia de mostrar verdades parciales, ya que los científicos no se ponen de acuerdo y en ocasiones una teoría puede se invalidada y ser sustituida por otra. Pues bien, eso mismo ocurre con la teología. Esta disciplina está fundamentada en opiniones humanas y en interpretaciones de traducciones de traducciones, con lo que sus verdades también son mutables. Para muestra lo que viene a continuación.

La postura de Galileo era muy clara: la ciencia tenía derecho a decidir en cuestiones físico-naturales y lo mejor era no mezclar en asuntos científicos al texto bíblico. Pero no opinaban así muchos teólogos y Galileo tuvo que entrar en una discusión que nunca deseó. El libro de Copérnico a diferencia de otros libros heliocéntricos no fue incluído en el listado de libros prohibidos. Esto fue gracias a la opinión de los cardenales Bonifacio Caetani y Maffeo Barberini, que en contra de la opinión del papa Pablo V, consiguieron que el libro no fuese considerado herético sino simplemente falso y opuesto a la Biblia. Por ello fue expurgado y corregido en algunos pasajes.

En cuanto al caso Galileo, en el año 1616 un informe emitido por toda una serie de teólogos afirmaba que la inmovilidad del Sol era disparatada y contravenía el sentido literal de la Biblia. Respecto a la movilidad de la Tierra, el informa decía que era simplemente errónea. A Galileo en un primer momento se le conminó a hablar del heliocentrismo como una simple hipótesis puesto que no había pruebas científicas concluyentes (del geocentrismo tampoco, pero decir eso podía costarte muy caro en la época).

El proceso a Galileo se llevó a cabo en 1633 y ha sido ampliamente recogido en diversas biografías del científico italiano. Galileo fue condenado como “vehemente sospechoso” a arresto domiciliario de por vida.

La condena a Galileo, 16 de junio de 1633: El mencionado Galileo Galilei por los motivos antes mencionados, etc. el Sto. Padre ha decretado que ha ser interrogado sobre la acusación, amenazándoles incluso con la tortura; y, si la mantiene, previa una abjuración de la vehemente (sospecha de herejía) ante toda la congregación del Santo Oficio, ha de ser condenado a prisión según el arbitrio de la Sgda. Congregación, mandándosele, además, que en adelante no se ocupe en modo alguno, ni de palabra ni por escrito, de la movilidad de la Tierra ni de la estabilidad del Sol; o de lo contrario reincidiría en la pena. Y se le prohibirá el libro escrito por él, que lleva por título Diálogo de Galileo Galilei Linceo. Además, a fin de que todas estas cosas lleguen a conocimiento de todos, mandó que se envíen copias de la sentencia, que se dará más adelante, a todos los Nuncios Apostólicos y a todos los Inquisidores de la depravación herética, y sobre todo al Inquisidor de Florencia, quien leerá en público dicha sentencia a toda su Congregración, habiendo convocado también al máximo número posible de aquellos que enseñan matemáticas

.

Galileo fue obligado a abjurar. Lo tuvo que hacer dos veces, para evitar la tortura. El texto que tuvo que leer decía.

“No sostengo ni he sostenido esta opinión de Copérnico después de que se me indicara que debía abandonarla; por lo demás, estoy aquí en vuestras manos, haced conmigo lo que os plazca”. Y posteriormente: “Estoy aquí para someterme, y no he sostenido esta opinión después de que se pronunciase la decisión, como he dicho antes”

.

Un aspecto muy interesante, y que llamó menos la atención al Santo Oficio, fue la teología de Galileo, ésta quedó recogida en su carta a la princesa Cristina de Lorena. En ella Galileo expresaba que no puede haber contradicción entre la verdad de la ciencia y la verdad de la fe ya que Dios es el autor de toda la verdad. Una segunda idea no menos importante afirmaba que Dios tenía un propósito principal revelando la Sagrada Escritura que era la salvación del hombre y no, desde luego, la enseñanza de la naturaleza.

Hay que decir que Galileo contaba con evidencias científicas suficiente para mantener el sistema copernicano al nivel de teoría científica, no de hipótesis. Estas evidencias eran sobre todo las fases de Venus y el sistema planetario formado alrededor de Júpiter. Sin embargo la prueba definitiva no llegó hasta 1838, cuando Bessel logró medir lo que se conoce como paralaje de una estrella. Mucho antes, en 1741, el papa Benedicto XIV había concedido el imprimatur a la obra entera de Galileo. En el año 1992 Juan Pablo II finalizó un trabajo iniciado en concilio Vaticano II (1962-1965) al rehabilitar la figura de Galileo.

La obras de Galileo y de Darwin, quizás hayan sido las que más han revolucionado la posición del hombre en el cosmos, y ese es el principal motivo por el que se encontraron con un enfrentamiento tan enconado. Galileo popularizó la visión de Copérnico del mundo, situando a nuestro planeta como un simple punto en la inmensidad del espacio. No somos el centro del cosmos. Además, cambió radicalmente la forma de acercarse a conocer la naturaleza, variando la idea aristotélica del razonamiento por el de la experimentación. De esta forma Galileo revolucionó las ciencias al defender el método científico como método para entender el Universo. Darwin varió la posición de los humanos en la naturaleza. Somos una especie más entre los millones de especies que han habitado este planeta. Y somos consecuencia de una evolución biológica, a partir de organismos más simples. Como diría el astrónomo francés Camilla Falmmarion Los hombres…han tenido la vanidad de pretender que toda la creación se hizo para su disfrute, cuando en realidad toda la creación ni sospecha de su existencia. Por supuesto, la teoría de la evolución sufre los mismos ataques virulentos que en su época sufrió el heliocentrismo. Y por parte de las mismas personas, los literalistas bíblicos. Pero contamos con evidencias científicas suficientes para mostrar que la evolución es un hecho y desde el punto de visto teológico no es incompatible con la fe. Al igual que le ocurrió a Galileo, algún día Darwin tendrá que ser rehabilitado por aquellos que hoy lo deploran. De hecho tanto las Iglesias católica como anglicana han empezado ya a hacerlo.

Nota bibliográfica: mucha de la información aquí recogida pertenece a la obra “Galileo. La nueva física” escrita por José M. Vaquero. Ediciones Nivola. Es un libro muy interesante que recomiendo desde aquí, donde se recogen, además de la vida y el proceso a Galileo, los principales descubrimiento en el campo de las matemáticas y de la física, que el genio italiano llevó a cabo a lo largo de su vida.

La condena de Galileo, el destino que muchos desearon para Darwin (I) noviembre 24, 2008

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galileo

Cuanto más leo acerca de la figura del gran Galileo Galilei más similitudes encuentro entra la disputa geocentrismo/heliocentrismo o creacionismo/evolución, que se puede resumir en la vieja disputa fe/razón. Darwin se libró de la condena de Galileo porque nació en la Inglaterra victoriana que ya no enviaba pensadores ni científicos a la hoguera, aunque más de un fundamentalista religioso hubiese sido feliz si ese final hubiese sido asumido por el naturalista inglés. Los datos acerca de Galileo de este artículo han sido recogido fundamentalmente de la obra “Galileo: la nueva física”, escrita por José M. Vaquero de ediciones Nivola, así como otros datos recogidos de la wikipedia.

Galileo entró en la Universidad de Pisa a finales del verano de 1581 donde empezó a estudiar medicina. Allí aprendió la filosofía natural de Aristóteles, fisiología de Galeno, las ideas de Avicena, latín, griego y hebreo. Sin embargo, descubrió que lo más le gustaban eran las matemáticas, una disciplina considerada como de tercera fila en aquella época. A pesar de ello, y no sin problemas económicos, consiguió poco a poco hacerse un nombre en el área de las matemáticas y llegar a ganarse la vida como profesor.

En septiembre de 1604 le llegó una noticia que significó un hito en su carrera científica; un amigo suyo, el sacerdote Altobelli, le comunicó que había observado una estrella nueva en la constelación de Sagitario. Una nueva estrella en el cielo era un acontecimiento extraordinario. El estudio de la nueva estrella fue el primer trabajo astronómico verdaderamente serio de Galileo. Impartió tres conferencias sobre el tema en 1605 donde propuso nuevas ideas frente a las antiguas ideas aristotélicas, y publicó un folleto que llevó por título Dialógos sobre la nueva estrella.

En el año 1609, con ánimo de incrementar su salario, diseñó un telescopio que ofreció al ducado de Venecia. Este invento tendría una gran utilidad para el dominio naval de la flota veneciana. Pero un día Galileo decidió observar con su nuevo invento la Luna y quedó fascinado; vio montañas, grandes explanadas, valles, cráteres. Galileo realizó numerosos dibujos y tomó notas mucho más precisas de la orografía lunar.

Galileo siguió mirando los cielos con su telescopio. En enero de 1610 observó por vez primera Júpiter y en las semanas siguientes vio que este planeta poseía cuatro satélites. De esta forma, la vieja idea aristotélica de que todos los astros giraban alrededor de la Tierra se venía abajo y la teoría de Copérnico empezaba a hacerse más viable. Galileo fue consciente de la importancia de su descubrimiento, y describió éstos en la obra Sideru Nuncios. El libro fue un éxito, toda la comunidad científica quería mirar a través del telescopio de Galileo.

Posteriormente Galileo observó Saturno, y descubrió una especie de “asas” a los lados del planeta. Como no era capaz de encontrar una explicación a esta observación la describió en un escrito que guardó hasta que fuese capaz de interpretar esa observación. En el año 1611 Galileo decidió marchar a Roma en un viaje oficial, para enseñar sus descubrimientos a la Santa Sede. El entonces Papa, Pablo V lo recibió y le dio su bendición, lo que tranquilizó enormemente a Galileo, ya que tenía fama de tirano y excéntrico. Además, su principal consejero era el cardenal Bellarmino, un gran pensador de la época, pero inquisidor de Giordano Bruno, que murió en la hoguera. Precisamente Bellarmino pidió un informe a los matemáticos jesuitas del Colegio Romano. El informe de éstos venía a indicar que Galileo tenía razón. Aunque había dudas respecto al relieve de la Luna, no las tenían acerca de las lunas de Júpiter o de las fases de Venus, que también había observado.

Pese a los éxitos de Galileo, empezaron a aparecer algunas críticas a su obra. Algunas empezaban a ser peligrosas. Ludovico delle Colombe publicó un librito que ponía de manifiesto los errores teológicos de Galileo. En una gran parte, el libro de Colombe estaba compuesto de textos bíblicos que eran incompatibles con lo que Galileo había observado en el cielo gracias a su telescopio. Colombe pensaba que los cristales del telescopio provocaban ilusiones ópticas. Esto empezó a sembrar las dudas de numerosos miembros de la iglesia.

El 21 de diciembre de 1614, el dominico Tommaso Caccini leyó el texto bíblico que narra el milagro de Josué, en el que el Sol se detuvo en el cielo, y el texto bíblico del Libro de los Hechos de los Apósteles que dice: “Galileos, ¿qué hacéis mirando el cielo?”. Tras estas lecturas, acusó a Galileo de herejía ya que sus enseñanzas estaban en contra de lo que decía la sagrada escritura.

La sociedad florentina se polarizó entre los que apoyaban la nueva ciencia y los que apoyaban la fe tradicional (¿os suena). En general, Galileo era considerado en Florencia como un buen católico, pero a pesar de ello un padre dominico planteó el problema a la Inquisición. Pese a que Galileo se encontraba bastante envejecido, y enfermo, Galileo marchó a Roma en diciembre de 1615 a defender su posición. Un sacerdote carmelita llamado Paolo Antonio Foscarini publicó un libro que intentaba demostrar que la teoría de Copérnico y la nueva ciencia no estaban en contradicción con la Biblia, sin embargo este libro fue declarado herético y prohibido.

Aunque en un principio Galileo fue exculpado, once personas se reunieron para estudiar con más detalle el problema copernicano. Eran experto en teología y ninguno tenía conocimientos avanzados de matemáticas o de astronomía. Sus conclusiones fueron que la idea de que el Sol estaba en el centro del Universo era herética ya que contradecía el sentido de las sagradas escrituras. Y la idea de que la Tierra no fuese el centro del Universo contradecía la fe. Galileo fue advertido de que no debía enseñar, defender ni analizar la tesis copernicana. Si se oponía, sería encarcelado. El 5 de marzo de 1616 se publicó un decreto oficial del Vaticano en el que se declaraban las ideas de Copérnico como contrarias a las escrituras.

A principios de 1629 Galileo terminó su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo su obra cumbre y uno de los libros más importante de la historia de la ciencia. El libro representa el diálogo entre tres interlocutores. El primero, Salviati, expone los razonamientos propios de Galileo; el segundo, Sagredo, es un hombre inteligente que hace preguntas agudas e ingeniosas y, que a menudo se deja convencer por los razonamientos de Salviati; el tercero, Simplicio, un tradicionalista que defiende las ideas aristotélicas. En un principio parecía que el libro no iba a presentar ningún problema ya que presentaba la teoría de Copérnico como una hipótesis matemática. La impresión del libro empezó en Florencia, aunque no disponía del imprimatur de Roma. Ésta envió un censor a Florencia y dictaminó que el libro no podía admitir el sistema copernicano y toda referencia a él debía de hacerse como si fuese una hipótesis. Estas modificaciones fueron introducidas por Galileo en la obra, y ésta fue devuelta a Roma para obtener su permiso. Sin embargo Roma llamó a Galileo a dar cuenta de sus ideas.

En ese momento el papa era Barberini, tras la muerte de sus antecesores Pablo V y Gregorio XV. Barberini se sentía traicionado, ya que se veía reflejado en el personaje Simplicio. Galileo, pese a su avanzada edad fue encarcelado, tras un proceso del que hablaré en la segunda parte de este artículo. Posteriormente se le permitió permutar la pena por un confinamiento en Siena. En esa etapa de confinamiento escribió Discurso sobre dos nuevas ciencias un libro poco polémico que contiene varias de la grandes teorías científicas por las que hoy conocemos a Galileo. Poco después Galileo quedó ciego y su salud fue deteriorándose hasta su muerte el 8 de enero de 1642.

El Darwinismo (II) julio 8, 2008

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En esta segunda parte ofrezco un texto contemporáneo al de Machado, que muestra una posición contraria a los postulados de Darwin. Ceferino González fue un filósofo asturiano de finales del S. XIX. En este texto critica la teoría de la evolución (TE), pero desde el punto de vista filosófico. En realidad dedica mucho más tiempo a criticar el darwinismo que la propia TE. De hecho, hay poca crítica científica, y la poca que hay es errónea. Confunde los postulados de Darwin con los de Lamarck. Si bien Lamarck también postulaba a favor de la variación en las especies, su teoría era muy diferente a la de Darwin: pensaba que los cambios que se introducían en un organismo a lo largo de su vida pasaban a la siguiente generación y no introdujo el término selección natural como motor evolutivo. Las principales críticas hacia la TE en este texto vienen desde el conflicto que la TE plantea en términos religiosos, y por ello es calificada por este autor como anticristiana. A partir de ahí deriva hacia una crítica del darwinismo, una corriente filosófica que nació en esa época.
En la última entrega mostraré un texto de 1880 en el que ya se tendían puentes entre fe y ciencia. Como podeis ver, no es que la historia se repita, sino que parece que nunca salimos de un bucle espacio-temporal.

Fray Ceferino González. Estudios religiosos filosóficos, científicos y sociales. Madrid 1873.

«La teoría expuesta y desarrollada por Carlos Darwin para explicar el origen, los grados y las manifestaciones diferentes de la vida sobre la tierra, es lo que aquí apellidamos darwinismo. Esta teoría, acariciada hoy por los partidarios de lo que se llama prehistoria, y más todavía por los adeptos del materialismo disfrazado bajo el pseudónimo de positivismo, es una teoría esencialmente transformista, es el transformismo aplicado a la idea y al fenómeno de la vida. Por lo demás, preciso es reconocer que la explicación de la vida por medio del transformismo dista mucho de ser una teoría original de Darwin, el cual no ha hecho más que desarrollar, modificar y completar las teorías y doctrinas de Lamark, Bory Saint-Vincent, Naudin y algunos otros, sin contar las relaciones más o menos lejanas de afinidad y analogía entre la hipótesis darwiniana y las de Maillet, de Robinet y de algunos enciclopedistas del pasado siglo, que señalaban los monos como progenitores del hombre.

Pasando ahora a examinar brevemente la teoría darwiniana en sus aplicaciones al origen del hombre, lo cual constituye el punto de vista más culminante y transcendental del darwinismo en sus relaciones con la filosofía cristiana, apuntaremos solamente, ya que otra cosa no permite la índole de esta obra, algunas razones y consideraciones, encaminadas a reconocer y demostrar que la doctrina darwiniana acerca del origen del hombre es tan falsa en sí misma, como contraria a la razón y la experiencia: esto aun cuando se quiera hacer caso omiso y prescindir de su incompatibilidad con las enseñanzas y dogmas del cristianismo.

Y téngase presente, que Darwin no tiene derecho alguno para acudir a esta compensación moral e intelectual, según lo hace, apremiado por la fuerza de la objeción: 1º porque necesitaba demostrar que las facultades morales e intelectuales vienen al hombre en virtud de la selección natural, hipótesis absurda, 2º porque, aun admitida esta peregrina hipótesis, sería necesario probar, so pena de faltar a lo que exige la teoría y principalmente la ley de la selección natural, que la posesión de mayor vigor corporal, la de armas y defensas naturales más fuertes, la perfección mayor de los sentidos externos, son cosas, o dañosas, o por lo menos, inútiles para la lucha por la existencia, o sea para facilitar la conservación de la vida, afirmación que a fuerza de ser absurda, se convertiría en ridícula

Tales son las deducciones lógicas y necesarias del darwinismo, deducciones que llevan en su seno la negación de la caridad cristiana y hasta de la simple beneficencia, el abandono brutal del enfermo y del desgraciado, el sacrificio del débil al fuerte, la santificación y la apoteosis del egoísmo y de la fuerza física. Y no se crea que estas son apreciaciones arbitrarias o destituidas de fundamento: son apreciaciones profesadas y reconocidas explícitamente por los partidarios más fervientes y lógicos del darwinismo. Óigase en prueba de ello cómo se expresa Clemencia Royer, entusiasta propagandista de la doctrina de Darwin, en el prólogo dedicado a su Origen de las especies: “La ley de la selección natural, aplicada a la humanidad, demuestra con sorpresa, con dolor, cuán falsas han sido hasta ahora, no solo nuestras leyes políticas y civiles, sino nuestra moral religiosa. Descúbrese uno de los vicios menos frecuentes, pero no menos graves. Tal es la caridad imprudente y ciega, en la que nuestra era cristiana ha buscado siempre el ideal de la virtud social, por más que su consecuencia directa fuese empeorar y multiplicar en la raza humana los males a que aspira poner remedio… ¿Qué resulta de esta protección absurda concedida exclusivamente a los débiles, a los achacosos, a los incurables, a los malos; en fin, a todos los desgraciados de la naturaleza? Resulta que los malos tienden a perpetuarse indefinidamente.”

¡Con cuánta justicia se ha dicho que la razón humana, cuando cierra sus ojos a la luz de la revelación cristiana, desciende rápidamente por la pendiente del error hasta abrazar y resucitar los grandes extravíos de la filosofía pagana! Porque ello es incontestable que en el pasaje anterior, se proclama la conveniencia y justicia de abandonar a los débiles y desgraciados, a fin de no debilitar ni retardar el perfeccionamiento progresivo de la raza humana. Doctrina es esta cuyo espíritu es más repugnante y cuyas tendencias son más horribles, que la doctrina de ciertos filósofos y legisladores paganos sobre el infanticidio y abandono de las naturalezas deformes o débiles. En vista de esta y de otras consecuencias lógicas del darwinismo, ya no deben extrañarnos los lazos de afinidad, y las simpatías que existen entre el darwinismo y el positivismo materialista, ni menos la analogía, o mejor dicho, identidad de doctrina y tendencias sociales, políticas y religiosas, que es fácil reconocer entre los partidarios del sistema darvinista y los adeptos de la Internacional.

Después de lo que llevamos expuesto, creemos innecesario demostrar que el darwinismo encierra doctrinas y tendencias esencialmente anticristianas. Haciendo caso omiso de otras, la teoría darwiniana sobre el origen del hombre es incompatible con el dogma católico que nos enseña, que nuestros primeros padres Adán y Eva, fueron producidos por Dios inmediatamente. Los que pretenden conciliar el darwinismo con el cristianismo, dan fundamento para sospechar que no conocen a fondo, ni al primero ni al segundo. La citada Clemencia Royer, testigo nada sospechoso en la materia, lo confiesa además paladinamente, cuando escribe: “La doctrina de Darwin es la revelación racional del progreso, fundándose en su antagonismo lógico con la revelación irracional de la caída del hombre. Son dos principios, dos religiones en lucha, una tesis y una antítesis; y yo desafío al alemán más experto en evoluciones lógicas a que encuentre la síntesis de las mismas. Son un sí y un no muy categóricos entre los cuales es preciso elegir, y el que se declare a favor del uno está en contra del otro.”

Darwinismo (I) julio 7, 2008

Posted by Manuel in biologia, ciencia, creacionismo, diseño inteligente, divulgación científica, escepticismo, evolucion, religión.
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Hoy inicio una serie corta, que muestran los argumentos a favor y en contra del darwinismo en la España de finales del S.XIX. El primer artículo lo firma Antonio Machado y Núñez catedrático de Historia Natural de la Universidad de Sevilla y abuelo del poeta Antonio Machado. En este texto Machado, ya introduce el conflicto fe/razón, y como la primera no debe de ser utilizada en ningún caso para debatir acerca de teorías científicas. Además, presenta con honestidad los postulados de Darwin, no los da como algo irrefutable, sino como algo digno de estudio y crítica, pero dentro del ámbito de la ciencia y la razón.

Artículo de Antonio Machado y Núñez. Revista de Filosofía; Literatura y Ciencias. Sevilla, 1872.

“La teoría de Darwin combatida por los reaccionarios de la ciencia, permanece, sin embargo, inalterable en sus bases fundamentales; las personas extrañas a la geología niegan rotundamente las consecuencias de aquellas doctrinas, que van a destruir rancias preocupaciones, a las cuales están apegados.

No queremos, a pesar de ello, las acepten de improviso y sin maduro examen, pues la enseñanza de los estudios naturales nos exige razones bastante exactas y justificadas para aceptarlas o nuevos argumentos que sostengan la que a todas luces está desechada por el criterio de los hombres de ciencia.

La intervención sobrenatural de causas inexplicables, de pretendidos fenómenos que sólo el absurdo puede sostener, debe ser borrada del lenguaje de los naturalistas o cuando menos, no aducirla como pruebas irrefragables de lo que ha sido sancionado como un error. ¿Qué observación rigurosa y atenta podemos presentar que compruebe y afirme que una causa cualquiera, por inteligente y perfecta que la creemos, construya y fabrique, cual un alfarero o un maestro de obras, el globo que habitamos, los seres existentes o los que desaparecieron desde el origen de nuestro planeta?. Costumbre fatal es aquélla de discutir fuera del raciocinio, negado las verdades demostradas por la experiencia de los hechos con argumentos de fe, que solamente aceptarán los partidarios inconscientes de aquellas creencias.

Un hombre eminente de la vecina República decía “que las utopías eran verdades adelantadas por la inteligencia privilegiada de algunos, y después venían a comprobar satisfactoriamente los siglos futuros”. Apoyarse en la fe para rebatir cuestiones que deben dilucidarse por medios experimentales y observaciones directas, por más que esa confesión puede serles útil en sus relaciones con la sociedad.

Si los que pretenden limitar el tiempo de las épocas geológicas, pudieran demostrarnos el estudio de los fenómenos actuales el espesor que adquieren las capas de sedimentos en los aluviones fluviátiles, en la formación de los polders o en los deltas de los ríos, accederíamos gustosos a encerrar nuestra inteligencia en los límites de la fe, para no ir más allá de los 6.000 años que el padre Petavio asigna a nuestro globo; pero si el talud de las montañas, los detritus acumulados en los valles en el período histórico apenas alcanzan algunos milímetros de espesor, claro y evidente es que sin salir del término de la época moderna se rebaten todos los argumentos y destruyen por su pie las palabras con que pretendan oscurecer la verdad, matemáticamente demostrada por los geólogos.

Todo el edificio levantado contra la doctrina de Darwin se desvanece fácilmente cuando, no por simples aparatos, sino por armonías científicas, se estudian los fenómenos de la teoría evolucionista. Hay más relaciones de las que algunos creen entre los seres del Universo, y esos nombre distintos con que los conocemos no son más que el progreso de la ciencia que en su más elevado criterio busca el Creador o la ley armónica y perfecta, origen de todas las modificaciones.

Nosotros negamos la intervención sobrenatural de la manera que algunos místicos la presentan: sería absurdo administrarla aun para aquellos hechos de que no podemos dar una explicación plausible, pues la ignorancia de las causas productoras de un fenómeno, de ninguna manera debe destruir nuestra razón, que nos dice, está todo sujeto a leyes más o menos conocidas: a la ciencia pertenece descubrirlas por medio de la observación y la experiencia, y, mientras tanto, no deben aceptarse puerilidades inconvenientes.

(…) La teoría de Darwin, que nosotros no pretendemos defender como una obra perfecta, reúne, sin embargo, tal número de hechos sobre los cuales los materialistas no habían fijado antes su atención, que la hacen digna de un estudio severo y concienzudo por parte de aquellos que la conocen: sus observaciones no admiten réplica y las consecuencias que se desprenden son tan claras e incontrovertibles, al menos para nuestra inteligencia, que no dudamos influirán en los adelantos de las ciencias biológicas”.